sábado, 15 de agosto de 2015

Viajar es extremadamente peligroso.

Al comentarle a tus amigos, familiares y/o conocidos que estas planificando un viaje a dedo, sin una ruta fija, sin conocer ni saber donde vas a dormir o comer, en fin, dejando muchísimas cosas al azar, lo primero que te dicen es "Estas loco", "Es muy peligroso", "Cuidate mucho", "El mundo no es el de antes", entre otras.
 



Lo gracioso es que estas personas que predican que el mundo es un lugar hostil y peligroso para un "aventurero" como nosotros es que nunca han viajado como planeamos hacerlo, y solo se dejan llevar por los medios, las historias populares o por lo que le paso al primo del amigo de un amigo.



Pero la verdad es que la posibilidad de que nos enfermemos, nos roben o nos accidentemos es muy chica y más si sabemos tomar las precauciones adecuadas. No les voy a mentir, puede que suframos alguna desgracia, pero es una vez en un millón, no dejen que estos cuentos populares o la historia del primo del amigo de un amigo los asuste.



Pero saben qué, viajar es extremadamente peligroso, pero no la clase de peligro que nuestros familiares y amigos se imaginan. Al viajar estamos expuestos a peligros totalmente invisibles para aquellos que viven en piloto automático. Viajar te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar y confortable. Estás todo el tiempo en desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal. Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia, la estrechez de mente y el sistema de valores estándar. Nos ajusta la imaginación a la realidad, y nos hace ver las cosas como son en vez de pensar cómo serán.  Nos muestra que todo lo que creemos de un país es erróneo y que todas esas cosas que nos han dicho durante años son mentiras. En cualquier lugar del mundo existen personas malas y buenas, y esto no depende de la nacionalidad, religión, orientación sexual, pensamiento político o del color de piel.


Viajar nos da libertad, y la libertad es la única condición para la felicidad.

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